Cambiar las llantas de tu coche es una tarea de mantenimiento que depende de muchos factores. Aunque hay recomendaciones genéricas, como la de no circular con ellas más de 45 o 60.000 kilómetros, lo cierto es que el cuidado que hayamos tenido con ellas y la calidad del producto pueden cambiar radicalmente el momento en el que sea necesario sustituirlas.
Lo primero que debemos hace para cuidarlas es tener los neumáticos con una presión adecuada, para que no sea la llanta la que «sufra» los desniveles del camino y se vaya deformando. Los acelerones y frenazos también pueden hacerlas sufrir, hasta el punto de reducir un nada menos que haya un 80% su vida útil.
Por supuesto, el uso que le demos al coche será determinante. No hace falta explicar que una llanta que se use a menudo en una carretera pedregosa va a tener una vida menor que aquella que no abandone el asfalto de la ciudad.
Además, debemos recordar limpiarlas regularmente, para que la suciedad no las corroa o desgaste. Usando agua a presión minimizaremos la necesidad de cepillarlas, dañándolas menos.
Otro factor a tener cuidado son los golpes y roces con bordillos, topes y similares, que pueden arañar la llanta. Podemos reparar arañazos leves, lijando con cuidado hasta 1 mm de profundidad. Pero si el arañazo es muy profundo, lo más recomendable es pensar en un cambio, para que no lleguemos a tener un problema en carretera.
De hecho, las grietas y arañazos serios son una de las mayores señales de que ha llegado el momento de cambiar las llantas del coche. La otra señal inevitable es que detectemos una deformación de la misma.
Si vas a cambiar las llantas, ya vayas a hacerlo tú o recurras a un profesional, es recomendable que todas acaben siendo iguales. Procura que la nueva llanta sea el mismo modelo que las que permanezcan. Si no es posible, puedes optar por cambiar dos, dejando las nuevas en el eje trasero, para mejorar el agarre.
Si necesitas cambiar las llantas de tu coche, recuerda que en Delfincar contamos con más de un centenar de modelos.
